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Mundo Spooffy

Capitulos - Amigos

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04
Amigos

El sol brillaba en el cielo, el cual estaba completamente teñido de un claro y reconfortante azul. Algunos pájaros y mariposas podían verse pasar de vez en cuando por los árboles y flores, y el verde de la vegetación transmitía un sentimiento de tranquilidad y alegría. Definitivamente, era una montaña hermosa.

A lo lejos se escuchaba el sonido de un auto que se acercaba a la montaña. Era un pequeño transporte escolar, y en su interior los niños se encontraban alegres, cantando en grupo mientras esperaban ansiosos llegar a su destino. La profesora Rilda, con una edad cercana a los cuarenta, se encontraba sentada en la primera fila de asientos, y al ver como se acercaban a la montaña, se levantó para hablarle a sus alumnos.

– Muy bien niños, ya vamos a llegar, recuerden bajar todas sus cosas porque el chofer no se hace responsable de nada.

Todos comenzaron a levantarse y a avanzar hacia la puerta del autobús, platicando entre ellos y contemplando la vista en cuanto pisaban el pasto de la montaña. En la parte trasera del autobús, justo en el rincón se encontraba un niño rechoncho vestido de superhéroe, leyendo una historieta.

– Kento, es hora de bajar, no puedes quedarte aquí. – Le dijo la profesora.

El pequeño guardó su historieta en su mochila, que se veía más pesada que las de sus compañeros, la colgó en su espalda y se dirigió a la salida. En cuanto bajó, uno de los otros niños gritó.

– ¡Miren, ya bajó el supertonto!

La mayoría de los niños comenzó a reírse del comentario y murmuraban algunas cosas, volteando a ver constantemente a Kento, que solamente bajó la cabeza como muestra de tristeza, dejando caer una lágrima tratando de no ser visto. La profesora Rilda, en cuanto escuchó todo esto, se dirigió rápidamente hacia donde se encontraban sus alumnos.

– Niños, ya saben que no esta bien burlarse de sus compañeros. Pidanle todos una disculpa a Kento.

Aún cuando todos se disculparon, una vez que se voltearon, muchos siguieron murmurando entre ellos, continuando la burla a espaldas de la profesora, quien se quedó junto a Kento para hablar con él.

– No les hagas caso, no están conscientes de lo que dicen Kento. Mejor sécate esas lágrimas y vamos a subir.

Kento obedeció a su profesora y subieron la montaña. Él ya había leído sobre ella hace algún tiempo en uno de los tantos libros de su padre, que era uno de los pocos fotógrafos del pueblo y gustaba de buscar información de varios lugares para después visitarlos. Gracias a los textos y las ilustraciones se podría decir que Kento ya conocía a detalle la montaña, pero aún así verla en persona fue para él una experiencia hermosa.

Una vez que llegaron al lugar que la profesora había elegido todos se sentaron, y ella, que traía consigo su propia mochila, sacó un libro y comenzó a leer unas historias para los niños. Durante unas horas, todos corrieron y jugaron por toda la montaña, tomando algunos descansos para comer un poco, excepto Kento, que sólo se quedó sentado a la sombra de un árbol leyendo su historieta favorita, con una botella de jugo y una bolsa de frituras al lado.

Había llegado el momento de irse. Todos los niños se dirigieron de nuevo al autobús, con la profesora Rilda al frente guiándolos. Kento había decidido ir en la parte de atrás del grupo.

Cuando nadie lo veía, Kento se quedó oculto entre unos arbustos y esperó a que sus compañeros avanzaran un poco más. Unos momentos después, de manera cautelosa, se alejó cada vez más de su grupo, y decidió ir a esconderse a un grupo de árboles grandes y frondosos, justo entre las hojas de uno de ellos.

Todos los niños abordaron el autobús y la profesora Rilda no tardó en percatarse de que Kento no estaba. Pasaron horas buscandolo, hasta el atardecer, pero no lo encontraron. Se fueron y la profesora dio avisó a la escuela, la policía y los padres de Kento.

Mientras tanto el pequeño siguió adentrándose más en ese conjunto de árboles, hasta encontrar un camino que lo llevó a conocer una enorme entrada a lo que debía ser una cueva y se escondió en la parte más profunda de ésta. Sacó una linterna y siguió leyendo su historieta, imaginando que cada página que leía, era realidad.

Pasaron días y semanas, pero al no encontrar rastros del pequeño, las autoridades poco a poco fueron parando los esfuerzos de localizarlo. Se informó a los padres, quienes con un hueco en el corazón hicieron una ceremonia a la que asistieron sus familiares y los pocos amigos que Kento tenía, todos esperando que él se encontrase bien en donde quiera que estuviese.

Él, por otro lado, se hallaba feliz, sumergido en las páginas de esas historias de héroes y aventuras que, desde que había aprendido a leer, rogaba cada semana a sus padres para tener en sus manos. Era lo único que lo ayudaba a no pensar en todas las burlas que recibía por parte de sus compañeros y los regaños de sus padres. Era lo único que lo hacía feliz, sentir que él también formaba parte de esas historias, sentir que era un superhéroe.

De pronto Kento se despertó agitado. Se encontraba en su cama, y Spooffy, Azter y Boniz dormían tranquilamente cerca de él. Todo fue un sueño. En silencio, para no despertar a sus compañeros, Kento se volvió a recostar para dormir de nuevo.

Había pasado mucho tiempo desde que ya no pensaba en ese pasado que tanta tristeza le causaba, mucho tiempo sin recordar esas burlas.

¿Por qué soñar con eso justo ahora? Se dió cuenta de que, tal vez, por fin había encontrado amigos de verdad.


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